lunes, 8 de noviembre de 2010

Miguel Hernández

En 1910,nace Miguel Hernández, el poeta del pueblo, de la naturaleza, de la vida... Vida que le fue arrebatada cuando sólo contaba 31 años. Víctima de las penosas condiciones que sufrió en la cárcel, a la cual hubo de agradecerle no haber sido fusilado, porque se le conmutó la pena de muerte por la estancia entre rejas.
Cuando empezó a escribir sus versos en 1925, ya eran versos de libertad, pues se inspiraba en su entorno de naturaleza y de gente de pueblo.
Una sencilla y triste nana, dedicada a su hijo, cuando su mujer le comunicó que no comía más que pan y cebolla,dice de él que la inspiración no tiene límites cuando la sensibilidad está a flor de piel. Una nana que comienza así: "La cebolla es escarcha, cerrada y pobre. Escarcha de tus días y de mis noches. Hambre y cebolla".
No obstante, hay un poema que a mí me parece realmente interesante. Tal vez, cause algún tipo de distensión por la descripción que hace de las distintas culturas españolas. Pero el concepto de gritar la libertad para los pueblos y la denuncia contra el sometimiento a la uniformidad de un yugo, simbolizan su lucha contra la opresión.

Asturianos de braveza,
vascos de piedra blindada,
valencianos de alegría
y castellanos de alma,
labrados como la tierra
y airosos como las alas;
andaluces de relámpagos,
nacidos entre guitarras
y forjados en los yunques
torrenciales de las lágrimas;
extremeños de centeno,
gallegos de lluvia y calma,
catalanes de firmeza,
aragoneses de casta,
murcianos de dinamita
frutalmente propagada,
leoneses, navarros, dueños
del hambre, el sudor y el hacha,
reyes de la minería,
señores de la labranza,
hombres que entre las raíces,
como raíces gallardas,
vais de la vida a la muerte,
vais de la nada a la nada:
yugos os quieren poner
gentes de la hierba mala,
yugos que habéis de dejar
rotos sobre sus espaldas.
Crepúsculo de los bueyes
está despuntando el alba.

Así nos definía un hombre que sabía mucho de personas y muy poco de comulgar con una tiranía que no aceptaba.
Yo me siento una gallega de lluvia, que no sé si de calma. Pero una gallega que adora al Miguel Hernández que habita en sus versos.

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