No sería justo que la entrada anterior eclipsase la continuación de la ruta que tenía como meta el Parque Forestal de El Faro de Budiño. Porque allí fue donde nos dio la hora de reponer fuerzas. Y, después de soportar el calor reinante, el espectáculo de aquellas mesas de piedra, situadas estratégicamente bajo la sombra de los árboles, abrirían el apetito de cualquier caminante medianamente hambriento.
No obstante, conforme pasaban las horas, el sofoco se ensañaba más con los que allí estábamos, y, entonces, mi amigo Carlos, tuvo una genial idea...
He de confesar que yo no hubiese adivinado que,con un simple grifo, te puedes dar una maravillosa ducha(aunque sea vestida). Pues sí, un oportuno y fresquísimo remojón para envidia de un par de personas que se encontraban allí y que creo no tuvieron el valor de seguir nuestro ejemplo. El caso es que con girar un poco el grifo y tapándolo con un dedo a modo de aspersor, nos permitió que primero uno, y posteriormente el otro, nos empapásemos para alegŕia de nuestros cuerpos. Y, por qué no, de nuestros espíritus, que seguro también estaban a punto de abandonarnos por un rato ante los elevados grados reinantes.
Está claro que, cuando subes a la montaña con un montañero experimentado, aprendes a utilizar los recursos a tu alcance para hacer más grato cualquier reto. Aunque hayas decidido llevarlo a cabo el día más inapropiado en lo referente a la temperatura...
Pero, hasta San Roque se alegraría de tener esa lluvia procedente de un grifo para aliviar su tortura. O ... a lo mejor no. ¿Eso va en contra de ser mártir?
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