martes, 31 de agosto de 2010

Y, de repente... El pianista

Tantos años observando esa gran roca sobre la cima de la montaña, con la caprichosa forma de un piano y el correspondiente pianista. Pensando como se visualizaría el mundo desde su observatorio, y, al fin he podido comprobarlo. Ha sido gracias a la colaboración de un buen amigo, al que quiero agradecer desde aquí su dedicación para llevar a cabo la tarea.
Los encuentros con la naturaleza siempre son agradables, excepto si la naturaleza se muestra en forma de reptiles, especialmente de serpiente. Pero, en este caso, la fauna de la zona no ha abandonado su refugio o, por lo menos, sus caminos ocultos a los humanos.
Definir la sensación de llegar a mi encuentro con Beethoven(así bautizó alguien a esta escultura natural), pasaría por narrar la circunstancia con tintes musicales. Porque, aunque de aquella roca no saliese nota alguna, ni siquiera circulase una leve corriente de viento que pudiese confundirse con una rudimentaria música, yo podía escuchar "Para Elisa". Y, si saco a relucir mi buen humor, hasta podría traducirlo en "Para María".
Ese pequeño reto, se tradujo en uno mayor, cuando el camino continuó más allá, monte a través.
Y,a pesar de que algunos de los que me conocen, no se lo acaben de creer, en nuestra travesía también nos acompañó el silencio. Un silencio puntual, solo roto circunstancialmente por los ruídos propios del paisaje reinante.
Allá en las alturas, puedes llegar a creer que tienes un poder. El poder de estar más cerca del sol, de dibujar las nubes, de trazar las carreteras con un dedo, de mover las casas a tu antojo... Pero el poder que seguro alcanza todo el mundo en tal ocasión, es el de sentirse naturaleza. Ni superior ni inferior a los otros seres animales o vegetales. Sino una pieza más del maravilloso puzzle de la Tierra. Una pieza fundamental como cualquiera de las otras que lo componen.
Así que lo empieza como el reto de demostrarse a uno mismo la capacidad de aguantar, caminando bajo un sol de justicia, de subir y bajar,o de llanear manteniendo el ritmo, se convierte en una reflexión, en una vuelta a tiempos pasados, en una mirada introspectiva también, para llegar a la conclusión de que ... la naturaleza es el mejor centro comercial.

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