domingo, 12 de septiembre de 2010

Manual para subir montañas ... de María

No, no es que me haya inventado un manual para subir montañas mejor que el de mi querido y apreciado escritor Paulo Coelho. Pero, basándome en el suyo, he confeccionado uno a mi imagen y semejanza, haciendo uso de mi experiencia en la vida y mis mini-mínimos conocimientos en la montaña. Ahí voy:

Yo he tenido la gran suerte que otro con más sabiduría escogiese la montaña por mi. La de verdad. Pero en la vida, he tratado de ser yo la que decidiese el pico. Me he equivocado muchas veces. Pero he tenido el valor de volver a intentar una nueva subida. Y, a veces, he llegado con éxito. Otras, o me he dado la vuelta o...

También en el segundo punto he tenido ayuda inestimable para llegar hasta el punto justo donde iniciar la subida. En la montaña de la Tierra, claro. Pero en la de la existencia, me ha pasado que me he perdido cantidad de veces. Porque soy despistada... No. Porque no he sabido encontrar el camino correcto. A lo mejor porque no me he parado a pensar antes, o, porque había un trazado tan tentador que me ha llevado a un lugar equivocado. Pero, en fin, siempre he conseguido retroceder para analizar otra vía.

Ya estamos en el punto C. Pues aquí, sí. Aquí sí que he hecho lo correcto. Porque en el ascenso físico ya es sabido que me he dejado guiar muy bien. Y en el otro, procuro escuchar. Desde luego, no sigo todos los consejos que recibo, pero, los valoro, y, si me convencen, los pongo en práctica. Casi siempre. En ocasiones, me olvido, pero...

Los peligros que entraña la montaña verdadera, no me asustan tanto porque me siento apoyada y protegida. Pero, en la vida, hacen que la olla a presión en que se ha convertido mi cerebro, gire y gire sin parar. Sopesando lo bueno y lo malo, contínuamente y sin pausa. Preocupándome, tal vez.Creo que en este apartado me extralimito bastante, y la mayoría de las veces, sobran las valoraciones.

Claro que me paro en el ascenso para contemplar el paisaje. Y, también para limpiarme el sudor. Pero, observar lo que vas dejando atrás, en este caso, abajo, no tiene precio. En el transcurrir del tiempo, miro atrás muy a menudo. Casi siempre para valorar los cambios positivos que se van produciendo en mi vida. Y, en ocasiones, para arrepentirme de decisiones no tomadas. Aunque procuro evitar hacer esto último, y, practicar más lo primero.

Llegamos al punto que nos habla de cuidar nuestro cuerpo físico. He de confesar que no sé si cuido mi cuerpo ni en el ascenso real ni en la vida misma. Lo he maltratado bastante. Le exijo al máximo, y, no me acuerdo de mimarlo durante la subida. Ya me voy mentalizando. Ya me voy mentalizando....

A ver, no dudo de que en ocasiones me excedo dándome ánimos y me repito constantemente que lo voy a conseguir. Seguro que en la cumbre real, no es tan malo. A mí me ha ayudado. Claro, que lo veía posible. En el caso contrario, muy a mi pesar, hubiese pedido la vuelta. En mi transcurrir por este mundo, siempre acudo al optimismo como arma para seguir adelante. Es posible que en ocasiones me deje seducir demasiado por él, pero antes de que me invada el pesimismo, arriba la esperanza y la ilusión. Eso sí, en su justa medida.

Cuando creo que ya está ahí, pero el ultimo kilómetro se resiste, procuro no darme por vencida. Eso en todos los campos. En el real y en el metafórico. Porque si piensas que está ahí y ansías conseguirlo, no puedes desfallecer ante la meta. O sí... Depende de las fuerzas y las circunstancias, ¿no?

Obviamente que me alegro a la llegada. Claro que sí. A lo mejor la emoción no me deja gritar o aplaudir. A lo mejor me caen lágrimas. Cosa muy propia en mí. Pero, como si hiciese todo eso. Vamos que en lo alto de cualquier monte o en la realización de cualquier sueño, mío o de otra persona en el que yo haya participado, puedo llorar, reír, saltar bailar, hacer palmas o demás tonterías que se le ocurran al lector.

Por supuesto que cuando consigo un reto intento viajar hacia otro sin prisa pero sin pausa. No me gusta pararme. Aunque, a veces, es necesario. No obstante, el paso de los años, es una carrera de obstáculos. Así que, retos los tenemos todos los días.

Contar la historia cuando sabes que puedes ayudar a otros es fundamental. Y, os cuento a todos que si yo he sido capaz de subir a ese monte, que asusta mucho verlo de cerca, con bastante respetabilidad, podéis hacerlo todos. O, casi todos. En cuanto a la subsistencia en esta sociedad que nos toca sufrir o disfrutar, según se mire, lo mismo. Puedes limitarte a subsistir espiritualmente o puedes intentar vivir con los cinco sentidos y responsabilidad. Ánimo que podemos conseguirlo. O, por lo menos, podemos intentarlo mucho, mucho, muchísimo...

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