miércoles, 8 de septiembre de 2010

Música y vida

Si hay algo que esté ligado a la vida de un ser humano desde, prácticamente, su concepción, es la música. Dicen que, en el vientre materno, ya manifestamos cierto bienestar cuando nos llegan notas desde el exterior. Y, de una u otra manera, tras el parto, nos veremos envueltos por alguna nana o melodía. Los que fuimos bautizados por el rito católico, seguro que disfrutamos de la voz, con o sin acompañamiento, más o menos afinada, del sacerdote de turno. Nuestro ingreso en el colegio, va a acompañado de canciones, más o menos bonitas, más o menos inteligentes, para hacernos recordar o para divertirnos y distraernos.
La música nos acompaña cuando viajamos, cuando vamos de compras, cuando soñamos... Pero también nos deleita en el ocio. ¿Qué sería de una buena película sin ningún tipo de banda sonora?, ¿Y, un documental donde el tono de mayor o menor atención no viniese marcado por ritmos cambiantes?. Pero, ¿cúantas historias de amor se forjaron a la sombra de nuestra canción preferida en una discoteca, en un bar o en cualquier otro lugar?
Consigue que la espera para un dentista o cualquier otro médico sea más relajante. Lo mismo ocurre en un paseo a pie, donde llevar una música agradable para el usuario, puede hacerle avanzar más a gusto en su camino.
Los orientales consiguen con sus mantras un estado de bienestar que a veces es comparable a un analgésico(os garantizo que funciona). Y, estoy segura de que los albañiles, los carpinteros, los carniceros, etc., cuando mueven sus herramientas, lo hacen a un ritmo que guste a sus oídos para que su trabajo sea más llevadero.
Casi siempre en las despedidas está presente la música. En todas las religiones se hace uso de ella en sus diferentes formatos. Y, si la despedida no es religiosa, en algún momento sonarán notas , aunque sean notas de dolor de un llanto desgarrador.
No obstante, el paralelismo de la música y la vida, son patentes en un territorio como el africano. Donde cada día muchas personas se mueren de hambre, donde muchas otras emigran hacia nuestras tierras más ricas y corrompidas. Pero donde la música está presente en cada rito, en cada acción de sus vidas. Dejemos que la música nos envuelva y nos haga ser más felices, más solidarios, más cautos, más impetuosos, más locos y más responsables según el momento de nuestra vida.
Vamos a probar. Hagamos un silencio... Yo he escuchado la lluvia, el sonido acompasado de las teclas de mi ordenador, el ritmo suave de mi respiración, adornado por el tic-tac del reloj... ¡Qué gran orquesta!... ¿Y tú?...

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