sábado, 14 de agosto de 2010

La vida que nos mata... o no.

Sales del vientre materno y te la entregan. Tu vida. Ahora vívela. Al principio, imposible hacerlo por nuestra cuenta y riesgo. Demasiado inútiles. Después observas el amplio abanico y vas escogiendo. Hacerlo bien o mal no depende siempre de nosotros. Pero modificar cosas cuando no funcionan está en nuestras manos. En nuestra cabeza. El entorno nos ensalza o nos detesta. Nos ayuda o nos abandona. Pero solo nosotros podemos buscar una salida a la circunstancia. Cuando crees que ya no encuentras motivos para vivirla, plánteate la situación de aquel protagonista de "El árbol de las cerezas", que, decidido a colgar su soga del cerezo para ahorcarse, comenzó a apreciar los lindos frutos que este árbol ofrecía y pensó que, si le ofrecía a su mujer algunas de aquellas cerezas, provocaría una sonrisa en su cara. Y se las llevó y no se quito la vida.
La vida nos da innumerables oportunidades de equivocarnos, pero, también de coger cerezas, de contar estrellas, de oler flores, de respirar, de caminar, de reír... sobre todo de reír con el alma y con el cuerpo.
Si algo no te deja reír, apártalo. Si todavia no encontraste el punto de salida de vapor de tu olla a presión... Ve con cuidado de no quemarte, pero búscalo, aún a riesgo de quemarte un poquito.
No me siento capaz de decidir cómo voy a morir, pero quiero ser la dueña del destino de mi vida. Así que ya me estoy enfundando los guantes para parar la maldita olla. Pero...¿Dónde está la olla?

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